En nuestra Galilea

Ya estamos en nuestra Galilea, en nuestra realidad, en nuestra rutina. Es ahora cuando deberemos encontrarnos con el Resucitado tras celebrar con Él la Pascua en Altura (Castellón). 

«Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de vosotros a Galilea; allí lo veréis» Mt 28, 7.

Que ha resucitado ya lo sabemos, así lo celebramos con el pueblo de Altura en la Vigilia Pascual del sábado. De nuevo participamos en la liturgia y, después, el coro os invitó a tomar un chocolate con pan quemao en el bar de la plaza. En la celebración vimos cómo actúa Dios: mientras nosotros buscamos lo que esperamos (a Jesús muerto en el sepulcro), Él nos sorprende con lo que no nos podíamos imaginar (Jesús vivo y el sepulcro vacío). 

No busques a Dios como te lo imaginas. No lo encontrarás.

No busques a Dios donde lo dejaste. No lo encontrarás.

No busques a Dios cuando tú quieres. No lo encontrarás.

Es inútil madrugar para buscarle. Dios madruga más que tú.

Es Él quien te sorprenderá: cuando menos lo esperes, donde menos te lo pensabas y del modo que no te imaginas.

Extracto de la monición inicial de la Vigilia Pascual de Altura, 2015.

Al día siguiente, domingo, nos fuimos a Segorbe, para ver cómo celebran sus gentes la Resurrección, con una procesión del Encuentro que incluye mascletá, suelta de palomas y lanzamientos de ‘aleluyas’, unos papelitos de colores que tienen impresos versículos de las apariciones del Resucitado. 

En Segorbe también conocimos la catedral, que fue la sede episcopal de Luis Amigó durante más de 20 años, y el hogar de protección para niñas y niños que tienen aquí las Terciarias Capuchinas.

Nuestra Pascua llegaba a su fin, y qué mejor manera de terminarla que con una paella con la docena y media de hermanas mayores que forman la comunidad de Altura. Con ellas compartimos no solo mantel, sino también las vivencias y experiencias de una vida desgastada al servicio de los demás, especialmente, como no podía ser de otra manera, con los niños y jóvenes con problemas. «Si volviera a nacer sería, sin duda, otra vez Terciaria Capuchina, con sus cosas buenas y sus cosas malas, pero Terciaria Capuchina, he sido y soy muy feliz», nos decía una de ellas. 

Los últimos minutos los dedicamos a visitar la sala donde Luis Amigó presidió los capítulos generales de las Hermanas Terciarias Capuchinas de 1914, 1920 y 1926. Una de las joyas de esta casa de Altura, no por su lujo (como podéis comprobar en la foto de abajo), sino por el aroma amigoniano que desprende la estancia, que permanece igual que en aquella época. 

Y yo, ¿quién soy en este drama?

A esta pregunta hemos intentado responder entre ayer y hoy en la Pascua de Altura (Castellón). ¿Qué papel represento yo en el drama de la pasión? ¿Soy como Pilato, que se lava las manos?, ¿o como Pedro, que reniega de Jesús?, ¿o como las mujeres, que lo acompañan?, ¿o como los soldados?, ¿el cirineo, tal vez?

Aunque creáis lo contrario, no resulta muy difícil adentrarte en este drama que ocurrió hace 2.000 años, porque hoy día todavía son muchos los inocentes que son condenados a la miseria, a la ignorancia o a la muerte. Son otras espinas, otros clavos y otras cruces, pero el drama es el mismo. Y nosotros asistimos diariamente a él.

Además de reflexionar, orar y compartir, estos dos días también han dado para mucho más. Por ejemplo, hemos participado activamente en el via crucis de Altura, hemos presenciado el sobrecogedor amortajamiento del Señor cuando termina la procesión y hemos subido a la Cueva Santa, donde se encuentra la patrona de estas tierras y la virgen a la que tanto veneró Luis Amigó cuando era obispo de estas tierras.

En la cueva hemos continuado con nuestra reflexión y, además, hemos celebrado el sacramento del Perdón con el párroco, Juanma. Allí, junto a la virgen, hemos sentido de nuevo el abrazo misericordioso de Dios, que nos acaricia, nos levanta y nos empuja adelante. 

Por cierto, la tarde la hemos terminado de la mejor manera: con un café en casa de Ana y Rafa, que nos han acogido en su cocina junto con sus hijos. ¡Gracias! Gracias porque nos hemos sentido como de la familia. 

Eso sí, el día no termina, porque aún queda lo mejor: la Vigilia Pascual, la vida, la resurrección. Pero eso es otra historia, y mañana os la contaremos. 

 

Ama, sal de ti

Esta es la clave para amar: salir de nuestro propio querer e interés. Solo así podremos pensar en los demás, amarlos y entregarnos verdaderamente.

Así lo hemos visto este primer día de Pascua en Altura (Castellón), donde hemos reflexionado el significado del Jueves Santo a través de la última cena, el lavatorio y la oración en el huerto.

Nos hemos juntado en esta casa de las Terciarias Capuchinas once jóvenes de Juvam. Somos Bea, Chivite, María y Miguel, de Burlada; Álvaro, Fu, Javi y Paloma, de Caldeiro; Domi, de Mairena; Mª Cruz, de Massamagrell; y Jorge, de Villar del Arzobispo. Nos acompañan las hermanas Lourdes y Manolita, así como las religiosas mayores que viven aquí.

Y qué decir del pueblo de Altura, con quienes hemos compartido las celebraciones religiosas. La acogida del párroco, la bienvenida de las laicas amigonianas y el saludo del resto de feligreses, agradecidos todos ellos porque hayamos querido vivir esta Pascua aquí con ellos. Cuando realmente los agradecidos somos nosotros, porque nos reciben como a unos hermanos sin siquiera conocernos.