VOLUNTARIADO – COLONIA SAN VICENTE
<Te doy mi ternura, acógela, recíbela en Ti. Te doy mi alegría, acógela, recíbela en Ti.>
Con este canto de Ain Karem comenzábamos la primera oración en Burjassot cinco jóvenes: tres nazarenas [Nerea, Macarena y María], un chico de torrent [Álvaro] y un servidor [fr. Jorge] de Madrid, quien iba a acompañar durante estos días al resto para que disfrutasen y aprovechasen esta experiencia.
Y así es como os voy a contar la experiencia de vida del voluntariado en la Colonia San Vicente que ha transcurrido del 01 al 10 de agosto, a través de sus palabras, emociones y vivencias. Pues como dijo alguno “En un principio cuando escuchas la palabra voluntariado, parece que vas a un sitio a dar sin recibir nada a cambio. En mi caso, es todo lo contrario, me llevo mucho más de lo que he dado”. Vinimos con ternura y alegría, y nos hemos ido hinchados de amor.
En resumidas cuentas: ha sido una vivencia integral que nos ha ayudado a conocernos más y a poner nuestra vida en manos de Dios, es decir, a vivir vocacionados. Ha sido un camino de encuentro, de fraternidad, que nos ha enseñado a ser hermanos, a escucharnos. Ha sido una inmersión en la realidad amigoniana, dándonos sentido de pertenencia, estrechando vínculos.
Ahora bien: ¿en qué ha consistido el voluntariado? Podemos hablar de dos caminos, por un lado “tanto las charlas con el equipo educativo del centro como las de villar me han ayudado a profundizar en la realidad del menor. Respecto a la labor de los Amigonianos cada vez me siento más orgullosa de lo que hacéis y la ayuda que prestáis a la sociedad y yo de sentirme parte de ella.”
Y paralelamente se puede decir que ha sido “una experiencia de convivencia, una experiencia para acompañar, vivir con los chicos/as que están viviendo una realidad ajena a las personas de a pie”.
Es decir, hemos conocido y participado en la realidad del menor empapándonos del carisma Amigoniano a través de charlas, visitas a lugares como Villar del Arzobispo, Montiel o Massamagrell y a la vez nos hemos encontrado con nosotros mismos, con Dios: “Como creyente también me ha hecho meditar mucho. He meditado sobre cómo ha sido mi vida con Dios, en qué lugar lo he tenido a Él y dónde lo quiero tener ahora. He aprendido a orar, a escuchar su palabra de una manera más madura. He abierto mi corazón para dejarme querer por Dios.”
Cada voluntario se encontraba en uno de los grupos educativos compuesto por un máximo de catorce jóvenes y los educadores. Al principio no todo fue sencillo:
“al principio los tres primeros días no me sentí integrada, pero después he estado muy cómoda, participativa y con sensación de aceptación por el grupo, una relación en su mayoría fantástica” pero todos acabamos con ganas de más, entre otras cosas ellos ponen el acento en “destacar la importancia de las normas y un buen apego familiar”
o diciendo: “la labor de los Amigonianos me ha dejado sin palabras y me ha asombrado la sombra que proyecta su forma de actuar. Contento de haber conocido y haber trabajado con Amigonianos”.
Cada día comenzábamos con una oración que nos ayudaba a prepararnos para vivir con intensidad la jornada, poniéndonos en manos de Dios. Y concluíamos con otra oración para hacer valoración del día y compartir nuestras vivencias. Cada día era intenso, pero merecía la pena “la oración de la noche costaba por el cansancio de durante todo el día, pero mejoraba mi mente diariamente”.
Y como no entre una actividad y charla o presencia entre los menores, había tiempo para convivir entre nosotros, para dedicarnos a un ocio saludable, para ir de visita turística a Jávea o para pegarnos un baño en la piscina, de esto ninguno ha hecho comentario, pero estoy seguro que también lo han disfrutado, pues el amor que se derrama es fruto de la comunión con Dios y con los hermanos.

Jávea
Esta experiencia de vida también ha despertado o avivado entre nosotros la sensibilidad por lo social, ellos lo expresan así: “Esta experiencia influye en mi pues ves otras realidades que empequeñecen tus problemas y agrandan tu coraje y tu corazón. Influye a la hora de visualizar mi vida desde otras perspectivas” o “esta experiencia es una forma de reconocer ante lo chicos que existen, reconocemos su existencia, su dignidad. Nos mezclamos con ellos porque somos iguales y queremos que ellos lo perciban así” e incluso con nuestra realidad más cercana, la familia: ¡SIIII! He roto esquemas internos míos, superados miedos, prejuicios, valorado mi familia aún más, reconocido mis errores, aprendido de ellos y me he hecho mejor persona».
Cinco personas, cinco vivencias, cinco corazones tocados por Dios, se despiden así del voluntariado:

Nerea
“Necesitaba estos días para parar y dedicarlo a Dios y a reflexionar si como persona estoy yendo por el camino adecuado, darme cuenta de los errores y aprender”.

Álvaro
“No estamos aquí para salvar a nadie. No debemos creer que somos héroes, si uno viene aquí es para compartir, escuchar, aprender, servir y amar. Eso es lo que he sacado de esta experiencia”.

Macarena
“La experiencia de este voluntariado es recomendable para todo tipo de personas que tenga ganas de aprender y dar todo de sí mismo, sobre todo te sirve para valorar más cada pensamiento, sentimiento y persona que aparece en tu vida”.

María
“Dar el primer paso no fue fácil, a todos nos asusta un poco lo desconocido. No temáis, todos y todo va a merecer la pena. En esta experiencia se da todo lo que uno quiera o sea capaz de dar , pero más grande y rico es lo que se recibe.»

fr. Jorge
«Yo nunca habría elegido encargarme del voluntariado y ahora, doy gracias a Dios por este regalo, otra vez me ha sorprendido desbordando mis expectativas. Me ha ayudado a mirar con nuevos ojos el centro y a las personas que aquí se entregan. Y, sobre todo, me ha regalado la amistad de cuatro personas únicas. Gracias».
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