La joya de Panamá

La joya de Panamá no es su cinta costera, un parque urbano rodeado por rascacielos en uno de sus flancos y bañado por el océano Pacífico en el otro. Ni el canal, una formidable obra de ingeniería que une dos océanos y facilita con ello las conexiones marítimas.

Esas no son la joyas de Panamá, aunque nos maravillen y deslumbren a quienes las conocemos. La Joya de Panamá es la cárcel, ese es su nombre. Y allí es donde ayer jueves y hoy viernes está Txetxi, confesando a los reclusos y funcionarios.

Anoche le preguntamos por su experiencia, por cómo le había ido. Txetxi, extremando el celo por el debido secreto de confesión, solo nos dijo: «Muy bien». Y era cierto, porque eso transparentaban sus ojos. La mirada de quien se sabe un mero instrumento de la misericordia de Dios.

Como veis, la JMJ es un continuo encuentro. Un encuentro con el papa Francisco, con jóvenes amigonianos de otros países, con jóvenes católicos del mundo entero y, también, con aquellos que tanto necesitan sentir el abrazo de Dios Padre.

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