Así de felices subíamos esta mañana en una furgoneta camino a uno de los iconos de Río de Janeiro, el Cristo del Corcovado.
Lo cierto es que hemos tenido suerte con el tiempo ya que el cielo estaba despejado. Gracias a esto hemos podido disfrutar no solo de las fantásticas vistas de la ciudad sino de la grandeza del abrazo que este Cristo redentor ofrece a toda su creación, tanto a la natural como a la que ha construido el hombre, criatura suya.
Aquí os dejamos nuestra foto de grupo allí en lo alto. Aunque no se nos vea, allí estábamos todos.
Impresionante…
Anda que no tenéis «cosas» que contar en el campamento de zagales…estoy asombrado de lo que os está pasando.